Freijo & Asociados

AMIA, esa herida que no cierra

"Todos los fanatismos se ahorcan los unos a los otros" (Thomás Jefferson)

Hasta las 10:00hs. del 18 de julio de 1994 eramos un país, a partir de las 10 de la mañana fuimos otro, o no.

Preocupa, especialmente, la reacción que muchos tuvieron ante tal espanto. Tal como había sucedido durante los años de la dictadura militar muchos optaron por la variante "por algo será" como un modo rápido de diferenciarse de la víctima y poder lograr algo mas de tranquilidad. Es decir: "si logro demostrar que los muertos no tenían nada que ver conmigo. Puedo concluir que ni yo, ni mis seres queridos corren peligro".

Todavía recuerdo esas frases que se escuchaba los días posteriores a la voladura de la AMIA:

  • también había argentinos,
  • también había inocentes,
  • no todos eran judíos,
  • pobre, ese que tenía que ver si era cristiano,
  • ellos se la buscaron,

Todas las frases fueron regando de un olor nauseabundo a la maltratada sociedad argentina:

  • también había argentinos: conlleva un razonamiento del estilo de: los argentinos somos nosotros, los que son distintos no (negros, feos, gordos, homosexuales, judíos, musulmanes: abstenerse).
  • también había inocentes: esta otra frase traía consigo otro tremendo pensamiento: aquel que es judío no es inocente, o -mas abarcativo- aquel que es distinto a mí no es inocente, porque solamente yo soy inocente.
  • no todos eran judíos/pobre, ese que tenía que ver si era cristiano: estas sentencias que se escuchaban por doquier tenían un peligroso sustento: si la bomba o el coche bomba estaba dirigida a los judíos, pobres los que murieron y no eran judíos. Que los judíos se embromen por ser judíos, pobres los que no eran judíos, principalmente porque cualquiera de esos " no judíos" podría haber sido yo.
  • ellos se la buscaron: esta última frase que ilustra este rosario de desaciertos de la época significa y persigue una simplificación temeraria: si la política de Israel es tal o cual, cada uno de los judíos del mundo debe pagar esa política. Todos son iguales, como que todos los alemanes eran, son y serán nazis, los chinos comunistas y los argentinos derechos y humanos.

También se cayó en el error del otro lado, cuando Beraja -nacido aquí,  en Ciudadela-  agradeció (en su condición de presidente de la DAIA)  al pueblo argentino por las muestras de afecto (cual si los muertos no fuesen argentinos), o cuando en el acto público se hizó la bandera de Israel y se cantó el himno israelí por el simple hecho que la mayoría de los muertos fuesen de religión judía.

Ese 18 de julio entramos en una etapa de nuestra historia de la que será muy difícil volver (y no estoy tan seguros que querramos volver).

A las 10:00hs. de la mañana del lunes 18 de julio de 1994 dejamos de ver la estupidez humana como meros observadores del patio trasero del mundo. Gracias a la globalización y las políticas de seducción y carnales ya la sangre era nuestra, ya el olor era nuestro, ya los muertos eran nuestros.

Valga esta página de sincero y muy profundo perdón para cada hijo que perdió a su padre en la AMIA, para cada padre que perdió a su hijo, para cada esposa, cada amigo. En cada uno de sus llantos me reconozco, y en muchos lunes de memoria activa no puedo mirarlos a los ojos.

Mucho se ha escrito acerca de las verdaderas causales de la voladura de la AMIA, mucho se ha escrito sobre las consecuencias. Mucho y poco se sabe sobre quienes tenían el deber de velar por nuestra seguridad, sobre quienes tenían que investigar la masacre. Hay veces que creo que encomendamos al Sr. Lobo Feroz para que investigue la desaparición de una niña llamada Caperucita Roja.

Cada uno tendrá sus vales en la mano al momento de pasar por la caja que todos tendremos que pasar algún día.
Simplemente desearía terminar con dos pensamientos que, desde que comencé este artículo, me dan vuelta en la cabeza:

  • Dijo Chaim Weizman: "El mundo se divide en dos grupos de naciones: las que quieren expulsar a los judíos y las que no quieren recibirlos"
  • Hace ya unos años, cuando Diego, mi hijo mayor tenía 5 años me preguntó:
  • Papá: que diferencia hay entre un judío y un cristiano?,
  • Ninguna - le dije - ninguna
  • Y entonces: ¿porqué se pelean? - Me preguntó
  • Porque todavía no se dieron cuenta - le contesté.

Jorge Eduardo Freijo